lunes, 1 de junio de 2009

LIBROS

MAX AGUIRRE: A LA GUARDIA NUEVA

El dibujante acaba de editar la primera edición de “Jim, Jam y El Otro”, un compilado de las historietasque publica en La Nación. Una charla sobre su carrera, sus colegas y la edad.
Ante la oferta por e-mail la noche anterior de “mate o infusiones similares”, fotógrafo y periodista llegan a su departamento de Villa Crespo pasadas las cinco de la tarde un más que caluroso jueves de mayo. “Justo estábamos limpiando la casa”, avisa Max Aguirre mientras invita a sentarse en torno a su propia mesa de bar.

Finalmente, la entrevista transcurre en su estudio, rodeados de libros de Juan Sasturain, Ernesto Sábato, Alejandro Dolina y de sus colegas Liniers, Tute y Roberto Fontanarrosa. Aguirre, de 38 años, acaba de editar su primera compilación de Jim, Jam y El Otro, la historieta que cuenta el día a día de tres amigos sin identificarlos individualmente y realiza diariamente para la contratapa de La Nación desde diciembre de 2007. “Yo aparecí ahí porque Tute, que ya estaba haciendo Batu, empezó a dejar comentarios en mi blog, con lo conmovedor que es eso, y me recomendó porque estaban buscando humoristas gráficos para sumarse al diario”, cuenta mientras muestra algunas ilustraciones inéditas hasta el momento.

- ¿Y cómo es la vida ahora que no hay que salir a golpear tantas puertas?

- La vida como está ahora es muy reciente, muy particular. Medio que nos está pasando por arriba, y hablo en plural porque la incluyo a mi mujer Deb, que trabaja conmigo. Fue un cambio bastante fuerte empezar a trabajar exclusivamente como ilustrador, que es algo que te permite tener cierto tiempo libre para regenerarte y crecer como dibujante. Al principio fue bastante abrumador y sorpresivo.

- ¿Qué es lo positivo que te quedó después de haber trabajado tantos años en publicidad?

- Aprendí un montón laburando en ese ambiente: rigor profesional, tener criterio, saber cómo venderme y a relacionarme con la gente. Los ilustradores suelen ser muy cerrados, muy introvertidos. Además, tuve la suerte de tener directores de arte que no eran como los de ahora, que tienen 23 años y piensan que se están comiendo al mundo, mientras que el mundo se los está merendando a ellos. Cuando acá la historieta no existía, la publicidad me dio de comer muchos años. Es algo muy cómodo y hasta tanguero ponerse en el lugar de “el dinero corrompe”, como si en una galería de arte no se corrieran los mismos intereses.

Avanzada la charla que duró poco más de dos horas, Aguirre señala que Jim, Jam y El Otro es un homenaje a sus amigos y a un determinado momento de la amistad entre los hombres: “Es como la última bobera, más intelectual. A mí me pasa que la mantengo los martes cuando voy a jugar al fútbol. Lo que pasa es que por lógica la vida te lleva a abandonar ese estado porque de mantenerlo en el tiempo se volvería patético”.

- ¿Cómo surgió dibujar a los personajes en diferentes etapas de su vida?

- Lo de los viejos surge de algo que tiene que ver con el momento en el que uno transita la vida. Vivimos en una sociedad que los barre debajo de la alfombra y que a la vez se toma la molestia de que “duren más”. Una vez que te acercás a los 40 años el cuerpo se encarga de demostrarte que la vejez te está pasando y empezás a mirar a los viejos de otra manera, a entender un montón de cosas. Llegar a grande no es adquirir sabiduría, ni nada. Uno es un pelotudo lleno de dudas, que serán otras, pero sabiendo que se tiene menos tiempo y menos capacidades. Sin embargo, de una manera extraña se aferra a vivir y no pierde el sentido del humor. Los viejos no están en ningún lado, están guardados, no existen. Yo me permito ponerlos en una contratapa de un diario.

Martín Carrillo

Foto: Ariel Loffi Gorostiaga

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