martes, 1 de julio de 2008

DEPORTES


LA ALEGRIA MAS TRISTE

Pasaron 30 años de la primera selección campeona del mundo, un título logrado dignamente por el equipo del Flaco Menotti, pero que quedará manchado por siempre por el paso de la más salvaje dictadura militar.

1978. Un país dividido entre el fútbol y el terror. La dictadura de Lacoste, Videla, Massera y Agosti se encargó de matar, torturar y de hacer desaparecer a miles de personas. Sin embargo, el pueblo, ingenuo por ese entonces, sintió la ansiedad de festejar la primera estrella mundial.

Cesar Luis Menotti asumió al seleccionado en 1974. El Flaco, que venía de sacar campeón a Huracán un año antes, pateó el tablero con sus ideas revolucionarias. Pregonó el buen trato de pelota y generó orgullo y convicción en los jugadores.

En el arco, el invencible Fillol. En el fondo, línea de cuatro con Olguín, Tarantini, el capitán Passarella y Galván. Gallego era el volante tapón. Ardiles el 8 de ida y vuelta y más adelante Kempes, la gran figura. Arriba: Bertoni, Luque y Ortiz. También se destacaron Larrosa, Houseman y Villa.

La selección pasó la primera fase con sobresaltos. Le ganó 2 a 1 a Hungría y Francia, pero cayó con Italia 1 a 0. Del Monumental de River al Gigante de Arroyito.
Rosario sería una etapa clave. Kempes empezó a dar el salto de calidad que le faltaba y Fillol tapaba todo. Llegó el 2 a 0 a Polonia, el empate con Brasil y el 6 a 0 a Perú, un marcador tan increíble, como legítimo que muchos se encargaron de cuestionar, pero que hasta hoy nadie pudo comprobar si estuvo arreglado o no.

Así la Argentina llegó a la definición ante la Holanda subcampeona del Mundial ’74. Kempes puso el primero, Nanninga lo empató y sobre el final, Rensenbrink estrelló una pelota en el palo y paralizó los corazones argentinos. La gloria quedó para el alargue, Kempes guapeó en el área y concretó el 2 a 1 y luego Bertoni selló el 3 a 1 final.

Argentina se coronaba campeón mundial por primera vez en su historia, mientras afuera se vivían momentos de horror y violencia. Un marco sangriento que opacó tristemente la hazaña lograda por un equipo que tocó el cielo con las manos.

Ariel Cantiri










DE LA MARCHA DEL MUNDIAL EN EL ‘78 AL HIMNO DE CHARLY EN CD

Hay consuelo para todos. Lo proponen las sufridas Madres y Abuelas, los hijos que acaso cumplan el sueño imposible de sus padres vistiéndose de selección argentina, como sí lo logra el canoso Alfredo Chávez a quien la cámara de canal 7 confunde con vaya a saber qué jugador de los del ’78 y fija su imagen en él mientras el ex detenido en el Vesubio cree rescatar a los que no están.

Los campeones presentes, Houseman, Villa y Luque, no quieren indulgencia porque no la merecen. Y los 30.000 desaparecidos se adueñan de la tribuna Centenario y miran todo tapados por una bandera con la cifra más trágica de la historia argentina. El palco oficial que aquel 25 de junio del ’78 mancharon con sangre Videla, Massera, Agosti, Lacoste y algunos civiles, hoy quedó vacío.

Como es tiempo de verdad y justicia, también algunos se acordarán de ver los ojos tristes de la asesinada hija del general Lambruschini. Aunque muchos aún arrastren tan crónico dolor que no les permita percibir el ajeno.

Y en el ‘78 (para reflejar el tiempo de los Winco), un disco con una marcha patinosa y sin letra vuelve a sonar como entonces. A los pibes de ahora ni les va ni les viene pero sí ha quedado incorporada al disco rígido de las achacadas CPU de los más viejos. Y también se oye en CD el himno de Charly, como para fijar este tiempo y este espacio y comprobar que el camino hacia la paz aún es espinoso.

Hay consuelo para todos este domingo final, cuando a la pelota le crecen alas y se va hacia arriba perdiéndose entre las nubes junto a otras 29.999. Acaso cuando llueva caerán gotas con el sudor de aquellos que jugaron un partido imposible de ganar tan solos.
Autor: Guillermo Blanco Periodista, ex redactor especial de El Gráfico y co-director de Deportea












EL MUNDIAL DE LAS SOMBRAS

Argentina 78 siempre será el Mundial de las contradicciones. El de una Selección fantástica que podría perfectamente haberse consagrado como la mejor, en otro país, con otros gobernantes, sin transitar por la mácula de una clasificación cargada de sospechas. El Mundial de la gente festejando por las calles, también el que se desarrolló a metros de la ESMA, la insignia de la tortura. El de historias que se vinculan entre el juego, el deporte y el terror, entre la trampa y el poder, entre el fútbol y los militares. Entre uno de los más trascendentes logros futbolísticos y el país trágico en el que sucedió. El de las Madres exhibiendo su dolor en la Plaza de Mayo, el de miles y miles festejando por calles adornadas con papel picado.

El Mundial 78 es un hito que integra la historia de un país que padecía la frustración de no haber logrado ser sede de un certamen. Logro bipolar, moraleja de un país impredecible, consiguió organizarlo cuando estallaba en mil contrastes, para devenir en manos de una Dictadura. Así lo jugó, así lo ganó.
Autor: Ricardo Gotta Publicó recientemente el libro Fuimos campeones Periodista del Diario Olé

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