martes, 1 de julio de 2008

PERSONAS Y PERSONAJES

ROBERTO FONTANARROSA


¡QUE LO PARIO! UN AÑO SIN EL NEGRO

A 12 meses de su muerte, el recordatorio para el humorista gráfico y escritor que logró conquistar a todos con su gracia y su visión sobre lo cotidiano.

El 19 de julio se cumplirá el primer aniversario de la desaparición física del entrañable Roberto Fontanarrosa. Pero no la afectiva, ya que el Negro, como lo conocían sus familiares, amigos, lectores y admiradores, se mantendrá en el corazón de todos como aquel genio que logró expresar mediante sus dibujos o textos el mundo cotidiano.

A los 62 años su cuerpo dijo basta. Afectado por una enfermedad neurológica degenerativa que le reducía su movilidad, llevándolo a tener que trasladarse por momentos en sillas de ruedas y hasta dejar de hacer lo que más disfrutaba: dibujar. El mismo padecimiento que le provocó su muerte esa maldita tarde de invierno en su Rosario natal que él nunca quiso abandonar.

Pese a irse temprano, el Negro dejó mucho material para poder seguir disfrutando de su arte. Además, editó otros libros de historias gráficas como Sperman, Semblanzas deportivas y Los clásicos según Fontanarrosa; y once publicaciones más de chistes sueltos entre las que se destacan Fontanarrosa y la política, El sexo de Fontanarrosa y El fútbol es sagrado.

Esta pasión lo llevó ser uno de los pioneros de la literatura dedicada a este deporte y publicar Puro fútbol, un libro que recopilaba cuentos geniales como 19 de diciembre de 1971 o La observación de los pájaros. Además es el autor de No te vayas campeón, un repaso de grandes equipos del fútbol desde su particular mirada y recuerdo de haberlos visto en el Gigante de Arroyito.

Pese a todo lo que dejó como artista, al Negro se lo destacaba aún más como amigo. En sus 62 años hizo de la amistad un culto y hoy seguro lo continuará haciendo en su cielo soñado, es decir solamente con un bar para charlar con amigos y una cancha de fútbol para jugar a la pelota.
Joaquín Zurletti














COLUMNA (Osvaldo Wehbe,
Periodista y amigo)
TE TUVISTE QUE QUEDAR

Porque no era bueno que el perro estuviera solo… por eso no se fue el Inodoro. El gaucho está allá al fondo del rancho, se viene escondiendo para que no lo vean llorar.

Si hasta recibe las caricias de las manos gruesas de la Eulogia sin chistar. Ella lo convenció de quedarse, de sentarse en la puerta del hogar a seguir charlando con el Mendieta hasta la eternidad. Que como la amistad es casi una sopa, no hay que dejar que seenfríe. Y el Inodoro que no quiere que lo vean los loros en este estado. En esa sensación de perdida irreparable desde la partida del patroncito.

Hay un bar en las afueras de Nueva York que siempre recibió a Boggie el aceitoso en los momentos difíciles. Esos en los cuales su tierna dureza, lo hacia tambalear por el amor de una Betty Boop. Y ahí está el Gringo morrudo. Detrás del vaso con el amarillo mirando llover por la ventana. Llenándose la mente de lágrimas, pero por dentro. El conoce los secretos de la muerte. Los lleva encima de una manera muy especial, esa de la cual fue dotado por Roberto, su creador. Y él ha decido quedarse mucho tiempo más. Sabe que así, el olvido no llegará nunca.

El viejo Casale yace en la tribuna. Tiene el alma llena de los gritos del gol de Poy. Apenas levanta la cabeza para saludar a ese canalla de pluma increíble, de humor único, de inteligencia suprema. Le prometió desde la inmortalidad que se verían en un rato pero que ambos tienen que permanecer por todos los tiempos para regar el sentimiento auriazul rosarino toda la vida…y la muerte.

Hay inspectores ridículos con la lupa a media asta desde hace un año; tiros libres por ejecutar con las macetas como palos; observaciones de pájaros y de gente para saber como le va a Central contra Ñuls. Todos juraron quedarse. Para que sigamos burlándonos del espionaje, para que la pelota pegue en la lata y para sufrir sin escuchar los partidos.

Hay muchas cosas más que el Negro Fontanarrosa trajo desde su aparición en la revista Hortensia y no se fueron nunca.

Y a pesar de aquel momento tan penoso, de ese adiós inmundamente prematuro, de aquel tiempo injusto de postración sin potrero, sabíamos Negro que no te ibas a ir. Y sé que avisaste con certificado en mano; que no te dieron permiso de jugar en el cielo, los incrédulos amantes de tu creación. Y que todos los días a las nueve tenés que entregar el dibujo para el diario de mañana.


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