lunes, 6 de octubre de 2008

ROPA Y TENDENCIAS


CALLE MURRILLO, EL MUNDO DEL CUERO

Es una de las mejores zonas de Buenos Aires para comprar este producto. Poco promocionada, pero maravilla a cualquiera que la visite con su calidad. Un verdadero encanto.

“¿Cuánto cuesta la campera blanca que está en la vidriera?” pregunta Lorena, una joven peruana que está de visita por Buenos Aires en la puerta del local “Kitaro”, en Murillo al 701. “Ya me di cuenta de cómo se manejan acá: hay mucha oferta y caminando uno consigue mejor precio, o pidiendo algún descuento es posible que lo concedan”, dice sonriendo, advirtiendo su actitud socarrona, típica argentina.

Lorena, como muchos turistas, recorre la calle Murillo desde el 600 al 800, el famoso territorio del cuero argentino. Pero esas dos cuadras, con decenas de negocios que ofrecen camperas, carteras, botas, zapatos, cinturones, llaveros y hasta sillones hechos con el producto, no es tan famosa como quizás debería serlo.
Norma, una empleada del negocio “Espejismo”, cuenta que los tours de compras muchas veces van directamente a la calle Florida. Explica que a los europeos les recomiendan la peatonal céntrica, aunque aclara: “Allí se ofrece la misma calidad de mercadería pero a precios superiores”.

No se resigna Norma, alentada por el panorama de cada día. Un holandés pidiendo una chaqueta, una italiana desesperada comprando carteras de varios colores y muchos extranjeros más se deslumbran ante la calidad del cuero argentino.

Pero esto no es una novedad: desde que estas tierras eran parte de la colonia española, la materia prima era un producto de exportación muy requerido. Y con el tiempo, se convirtió, junto con el tango, el mate y el fútbol, en uno de los símbolos del país. No hay turista que venga a Buenos Aires y no quiera conocer las formas posibles del cuero nacional.

“Esto sí que huele raro, huele original”, dice una brasileña mientras inspecciona unas botas. En Murillo se escuchan frases de ese estilo. Es que el cuero argentino y el turismo, ya son una dupla invencible que seguramente seguirá dando que hablar, tanto en cifras como en historias. “Acá mi papá compró el mejor sombrero de caza de su vida y hoy vengo a buscar el mío”, reconoce Michael, un canadiense con su billetera lista para pagar lo que sea por su sombrero, en fin, por el buen cuero.
Natalia Florio

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